¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.
Pedro Calderón de la Barca
A un amigo
La policía ya venía muy rápida
para atrapar a los chicos que acababan de hacer tonterías a un cajero
electrónico. Los muros del Albaicín eran muy bajos para lo alto que saltaban
los chavales; el Arco de las Pesas era muy grande para lo rápido que huían, y
al girar por las paredes con un color viejo, las manos las marcaban con rastro
de desespero, de quien no es experto en hacer aquél tipo de cosa. Sin embrago
todo esfuerzo fue en vano, los policías los tiraron al suelo de un empujón en
unas de las calles apretadas. ¡Joder!, tío, nos atraparon, ¡joder!
En la
comisaría el comisario les preguntó a los chavales cómo se llamaban y dónde
vivían. En un tono desenfrenado en las palabras, contestaron – pues soy Israel
Calvo y mi amigote Carlitos Alarcón, qué apellido feo. - ¿Y dónde vivís? Pues cerca
del Café Khalil, hombre. Los policías registraron el delito y luego les
llamaron a los padres de los muchachos. ¿Qué sus padres andan haciendo con
vuestra educación, muchachos? Pues nada, ¡eh!, en mi vidita mando yo y ella
hace lo que pido, contestó Israel de un modo libertino. Los policías les
dijeron que si los viera una vez más cerca del banco haciendo o promoviendo desorden,
los metían en la cárcel y no importaban los 17 años que tenían o la amistad que
complacían por sus padres.
Riéndose
por las calles venían Israel y Carlos, como si nada les hubiera pasado. Israel
era un chico que cuando más joven, era muy amigable, juguetón, sereno, le
encantaba tocar la guitarra, componía excelentes canciones. Pero, hacía algún
tiempo, venía, cada vez más, convirtiéndose en un muchacho problemático, que ya
no respetaba a sus padres, le gustaba bromear con los desconocidos en las
calles, un verdadero vago. Sentían pena al verlo. Y, como compás, tomó a
Carlos, su amigo de locuras.
Desde
niño Israel vivía en Albaicín, y todos lo conocían, apenas comprendían lo malo
que se había hecho, que no era para tanto lo que había ocurrido. Recuerdan que,
cuando más joven, iba a la Plaza San Miguel Bajo encontrar a su mejor amigo,
Jaume Nasser, para desde allí, ir al mirador San Cristóbal ver la puesta del
sol, les encantaba verlo, se podía ver toda la Granada de Dios. A los Nasser
les encantaba Israel. Todos los días, Israel y Jaume iban a la escuela juntos,
compartían hasta el bocadillo. Los vecinos le decían a la madre de Jaume que
Israel se aprovechaba de lo rico que era la familia Nasser, y cuando se lo
decían a Jaume, este se ponía muy enfadado. Que vosotros no sabéis qué es la
amistad, no sabéis qué es tener un amigo de verdad, de esos que están para lo
que sea, para lo que pase – decía Jaume de manera muy intensa.
Jaume
era un chico muy sereno, muy tranquilo, no le gustaba meterse en temas que no
le decían respecto. Respetaba a sus padres y sus costumbres, aunque no le
gustara mucho participar de las fiestas promovidas. A las 3h de la tarde, siempre
iba a la terraza que había en su casa para meditar, encontrase a sí mismo, este
era su gusto cuando niño. Le gustaba ver lo bello de la vida. Cuando iba al
mirador con Israel a ver la puesta del sol, le obligaba que este cerrara los
ojos juntamente con él para que pudieran oír la naturaleza, ver lo anaranjado
del sol oscureciendo a través de los párpados cerrados, al mismo tiempo que
sentían el viento masajeando sus pelos negros, sus caras, sus cuerpos, y a la
vez sentían una sensación de paz que les llenada adentro.
En una de las tardes cuando
esperaba a Israel para ir al mirador, como lo hacía todas las tardes, Jaume
decide dar un paseo por la casa de su tía, que vivía algo cerca. Mamá, tengo
que hacer una visita a tía Clara, hace mucho que no la veo, creo que está
enfadada conmigo - Decía el chaval con
un aire desesperado, de quien, efectivamente, estaba preocupado. Iba por la
calle rápidamente, pues dentro de poco Israel llegaba, y habían quedado más
temprano, pues querían ir al súper comprar unos yogures y unos chicles, a fin
de engañar al hambre después de la puesta de sol.
El
camino hacia la casa de su tía Clara, Jaume, en un momento no despabilado por
lo malo o confusión que su tía pudiera estar pensando de él, cruza la calle sin
mirar por si acaso pasaban coches. Israel, mientras tanto, se encontraba al
otro lado de la calle y en el momento vio lo que iba a ocurrir; el coche venía
hacia Israel, lo partiría al medio. ¡No!, chilló Israel de manera muy intensa,
de quien le gustaría estar allí en el lugar del amigo, de quien no soportaría
vivir sin la amistad de Jaume. En este momento, Israel encuentra fuerzas que ni
él sabe de dónde le vino y salta sobre su amigo, quitándole del camino del
coche. ¡Por Dios, amigo, me salvaste a mí!, dijo Jaume con un aire sorprendido,
como quien acababa de nacer una vez más.
En este
día, no fueron a ver la puesta del sol, puesto que se quedaron muy nerviosos
con lo del casi accidente, así que
decidieron ir a la casa de Israel para chatear, tomar refrescos, comer los
chicles y tomar los yogures que habían comprado después de la impresión
repentina. Adentraron en la habitación de Israel, se sentaron en la cama, uno a
cada lado, conversaron mucho, se rieron de lo loco que había sido el casi
accidente. Los padres de Israel habían salido para tomar algunas copas, una vez
que era su día libre en la comisaría, ellos eran policías. Los muchachos fueron
a visitar la habitación de los padres de Israel, encendieron la tele, empezaron
a ver algunas películas y comer lo que habían comprado. Un tiempo después,
Israel decide abrir el cajón donde sus padres guardaban los revólveres del trabajo
para enseñárselos a Jaume. De repente, cuando Israel se da cuenta, Jaume está
en el suelo hundido en una poza de sangre encima de la cama, con los ojos
parcialmente abiertos. Él se desespera no entiendo qué ha pasado, no sabe qué
hacer, llora la posible muerte del amigo, sin entender, todavía, que había
pasado, y pasó mucho tiempo sin comprenderlo.
Eso podía
ser uno de los motivos que había convertido Israel en un chico difícil, malo,
muchos de sus vecinos apostaban en eso. La verdad es que no estaba bien.
Después del desasosiego que habían promovido al cajero electrónico, Israel y su
compás se fueron al Khalil tomar algo. ¡Que necesitamos enfriar el espíritu,
tío!, decía Israel de manera floja. Mientras conversaba y tomaba un café con su
compás se le apaga la luz, y todo queda oscuro.
Israel
despierta en un sitio negro, con gritos demoníacos, de un cieno grueso y negro,
resiste mucho a aquello, no entiende que le pasa a él. Ve personas vestidas con
prendas que más parecen jirones, sucias, no olían bien. Siente un dolor muy
fuerte en la cabeza, se siente muy confuso,
y se pregunta si por si acaso está soñando en aquel momento. De repente,
se levanta y sale caminando muy lentamente, escucha voces diciéndole: ¡tonto¡, ¡asesino!,
¿¡porque le hiciste eso!?, ¡ahora vas a pagar por lo que has hecho de la
vida!. En un momento, Israel lloraba
mucho, se quedó de rodillas y le rogó a Dios que le ayudara, que lo poco que estaba allí ya no aguantaba lo
que estaba pasando. De repente, una luz muy fuerte le confunde, era Jaume.
¡Vente!
Israel se prende a las piernas de Jaume, lloraba
mucho, le pide perdón por lo que había pasado, aunque no sabía de hecho qué
había ocurrido. ¡Cálmate, amigo mío, cálmate y vente! Jaume le quita a Israel
de aquel sitio y se transportan a una dimensión muy linda llamada Paradice; tal sitio era lo contrario de
lo que era aquel lugar donde Israel estaba antes, ya no oía gritos, las voces
ensordecedoras que trinaban a su oído también ya no habían, pero los dolores
seguían en su cabeza.
Amigo
mío, me fui de la tierra porque necesitaba ir, no fue tu culpa lo que me pasó a
mí, explicó Jaume, y estaba decidido a contárselo todo. Jaume decía: - yo estoy
vivo, en espíritu solo, y mis carnes
hacen parte del suelo, de las fibras que componen los árboles, y tú,
amigo, también sigues vivo, así como yo, vamos que un poco distinto, pero ya te
lo digo o te lo enseño; antes, cógeme la mano, ciérrate los ojos y déjate
llevar…
De
repente, ellos vuelan por encima de una playa, como si fueran verdaderos
aviones humanos. ¡Ah, amigo, si supierais que la vida aquí no es lo que pintáis,
no seríais tan miedosos!, decía Jaume con una cara satisfecha de quien en
realidad lo estaba pasando fenomenal, daba carcajadas enseñándole a Israel que
la vida era más de lo que pensaban, que sentir el viento, tal como hacían
cuando niños iban a ver la puesta del sol, era la mejor que había, y ahora
podía hacer lo que siempre quiso: volar desde el mirador. Jaume hablaba con una
mescla de libertad y alegría. Israel se quedó maravillado con todo aquello, no
volaban, como decía Jaume, la verdad es que volitaban.
A
continuación, Jaume lleva a Israel a cuatro años atrás a fin de mostrarle lo
que, en realidad, había pasado. Lo llevó a la escena de la habitación, la
escena esta que les rompió el hilo material de la amistad. De repente, Israel
echa a llorar mirando su niñez, cómo eran felices y la extrañaba. Israel decía:
- Me he convertido en un gilipollas, un capullo, amigo Jaume, dijo Israel; soy
un aprendiz de estafador, no respeto a nada ni nadie, añadió. ¡No digas eso,
Israel, eres un chico genial algo te embarazó la vida, y esto te lo voy a enseñar.
Este momento, uno coge la mano del otro fuertemente y empiezan a ver lo que habían pasado. Jaume estaba a
una lado de la cama y Israel al otro, este va a enseñarle a Jaume las armas,
las quita del cajón de la mesita de noche, falta luz este momento, y por unos
segundos de miedo y descuido necesarios, Israel deja caerse una de la armas
encima de la mesita de noche, estaba engatillada y un tiro muy certero le
aplasta el pecho a Jaume. Israel llora al verlo todo.
Vista la
escena, Jaume tranquiliza a su amigo, le dice que no quiere verle sufriendo por
algo que no tenía la culpa, la verdad es que para este momento, solo podía
decir que nadie tenía la culpa, había sido algo que comúnmente es llamado de casualidad, pero allí tenía otro nombre,
puesto que casualidades no existen. El hecho de notar que no había sido
culpable por lo ocurrido con Jaume y el hecho igual de ver su amigo vivo, le
ablandó los sentimientos y le dejó resignado y contento.
Amigo,
ahora tienes que volver, tranquilo que este dolor de cabeza te va a pasar, lo
hizo mi hermano Pérez por venganza, disparó un tiro contra ti en el Khalil,
pero no te va a pasar nada, tranquilízate, no es tu momento. Apenas Jaume dijo
eso, su voz empieza a alejarse de los oídos de Israel, este siente su espíritu
ser arrastrado, y antes de despertarse del sueño del coma, con una alegría
indescriptible, escucha la voz intensa de Jaume que le dijo: ¡ahora yo te he
salvado a ti, amigo!
Tiago Alves - 2012.