domingo, 19 de janeiro de 2014

Yo te he salvado a ti

¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.
Pedro Calderón de la Barca

A un amigo

    La policía ya venía muy rápida para atrapar a los chicos que acababan de hacer tonterías a un cajero electrónico. Los muros del Albaicín eran muy bajos para lo alto que saltaban los chavales; el Arco de las Pesas era muy grande para lo rápido que huían, y al girar por las paredes con un color viejo, las manos las marcaban con rastro de desespero, de quien no es experto en hacer aquél tipo de cosa. Sin embrago todo esfuerzo fue en vano, los policías los tiraron al suelo de un empujón en unas de las calles apretadas. ¡Joder!, tío, nos atraparon, ¡joder!
      En la comisaría el comisario les preguntó a los chavales cómo se llamaban y dónde vivían. En un tono desenfrenado en las palabras, contestaron – pues soy Israel Calvo y mi amigote Carlitos Alarcón, qué apellido feo. - ¿Y dónde vivís? Pues cerca del Café Khalil, hombre. Los policías registraron el delito y luego les llamaron a los padres de los muchachos. ¿Qué sus padres andan haciendo con vuestra educación, muchachos? Pues nada, ¡eh!, en mi vidita mando yo y ella hace lo que pido, contestó Israel de un modo libertino. Los policías les dijeron que si los viera una vez más cerca del banco haciendo o promoviendo desorden, los metían en la cárcel y no importaban los 17 años que tenían o la amistad que complacían por sus padres.
     Riéndose por las calles venían Israel y Carlos, como si nada les hubiera pasado. Israel era un chico que cuando más joven, era muy amigable, juguetón, sereno, le encantaba tocar la guitarra, componía excelentes canciones. Pero, hacía algún tiempo, venía, cada vez más, convirtiéndose en un muchacho problemático, que ya no respetaba a sus padres, le gustaba bromear con los desconocidos en las calles, un verdadero vago. Sentían pena al verlo. Y, como compás, tomó a Carlos, su amigo de locuras.
            Desde niño Israel vivía en Albaicín, y todos lo conocían, apenas comprendían lo malo que se había hecho, que no era para tanto lo que había ocurrido. Recuerdan que, cuando más joven, iba a la Plaza San Miguel Bajo encontrar a su mejor amigo, Jaume Nasser, para desde allí, ir al mirador San Cristóbal ver la puesta del sol, les encantaba verlo, se podía ver toda la Granada de Dios. A los Nasser les encantaba Israel. Todos los días, Israel y Jaume iban a la escuela juntos, compartían hasta el bocadillo. Los vecinos le decían a la madre de Jaume que Israel se aprovechaba de lo rico que era la familia Nasser, y cuando se lo decían a Jaume, este se ponía muy enfadado. Que vosotros no sabéis qué es la amistad, no sabéis qué es tener un amigo de verdad, de esos que están para lo que sea, para lo que pase – decía Jaume de manera muy intensa.
      Jaume era un chico muy sereno, muy tranquilo, no le gustaba meterse en temas que no le decían respecto. Respetaba a sus padres y sus costumbres, aunque no le gustara mucho participar de las fiestas promovidas. A las 3h de la tarde, siempre iba a la terraza que había en su casa para meditar, encontrase a sí mismo, este era su gusto cuando niño. Le gustaba ver lo bello de la vida. Cuando iba al mirador con Israel a ver la puesta del sol, le obligaba que este cerrara los ojos juntamente con él para que pudieran oír la naturaleza, ver lo anaranjado del sol oscureciendo a través de los párpados cerrados, al mismo tiempo que sentían el viento masajeando sus pelos negros, sus caras, sus cuerpos, y a la vez sentían una sensación de paz que les llenada adentro. 
     En una de las tardes cuando esperaba a Israel para ir al mirador, como lo hacía todas las tardes, Jaume decide dar un paseo por la casa de su tía, que vivía algo cerca. Mamá, tengo que hacer una visita a tía Clara, hace mucho que no la veo, creo que está enfadada conmigo -  Decía el chaval con un aire desesperado, de quien, efectivamente, estaba preocupado. Iba por la calle rápidamente, pues dentro de poco Israel llegaba, y habían quedado más temprano, pues querían ir al súper comprar unos yogures y unos chicles, a fin de engañar al hambre después de la puesta de sol.
    El camino hacia la casa de su tía Clara, Jaume, en un momento no despabilado por lo malo o confusión que su tía pudiera estar pensando de él, cruza la calle sin mirar por si acaso pasaban coches. Israel, mientras tanto, se encontraba al otro lado de la calle y en el momento vio lo que iba a ocurrir; el coche venía hacia Israel, lo partiría al medio. ¡No!, chilló Israel de manera muy intensa, de quien le gustaría estar allí en el lugar del amigo, de quien no soportaría vivir sin la amistad de Jaume. En este momento, Israel encuentra fuerzas que ni él sabe de dónde le vino y salta sobre su amigo, quitándole del camino del coche. ¡Por Dios, amigo, me salvaste a mí!, dijo Jaume con un aire sorprendido, como quien acababa de nacer una vez más.
     En este día, no fueron a ver la puesta del sol, puesto que se quedaron muy nerviosos con lo del casi accidente, así que decidieron ir a la casa de Israel para chatear, tomar refrescos, comer los chicles y tomar los yogures que habían comprado después de la impresión repentina. Adentraron en la habitación de Israel, se sentaron en la cama, uno a cada lado, conversaron mucho, se rieron de lo loco que había sido el casi accidente. Los padres de Israel habían salido para tomar algunas copas, una vez que era su día libre en la comisaría, ellos eran policías. Los muchachos fueron a visitar la habitación de los padres de Israel, encendieron la tele, empezaron a ver algunas películas y comer lo que habían comprado. Un tiempo después, Israel decide abrir el cajón donde sus padres guardaban los revólveres del trabajo para enseñárselos a Jaume. De repente, cuando Israel se da cuenta, Jaume está en el suelo hundido en una poza de sangre encima de la cama, con los ojos parcialmente abiertos. Él se desespera no entiendo qué ha pasado, no sabe qué hacer, llora la posible muerte del amigo, sin entender, todavía, que había pasado, y pasó mucho tiempo sin comprenderlo.
     Eso podía ser uno de los motivos que había convertido Israel en un chico difícil, malo, muchos de sus vecinos apostaban en eso. La verdad es que no estaba bien. Después del desasosiego que habían promovido al cajero electrónico, Israel y su compás se fueron al Khalil tomar algo. ¡Que necesitamos enfriar el espíritu, tío!, decía Israel de manera floja. Mientras conversaba y tomaba un café con su compás se le apaga la luz, y todo queda oscuro.
    Israel despierta en un sitio negro, con gritos demoníacos, de un cieno grueso y negro, resiste mucho a aquello, no entiende que le pasa a él. Ve personas vestidas con prendas que más parecen jirones, sucias, no olían bien. Siente un dolor muy fuerte en la cabeza, se siente muy confuso,  y se pregunta si por si acaso está soñando en aquel momento. De repente, se levanta y sale caminando muy lentamente, escucha voces diciéndole: ¡tonto¡, ¡asesino!, ¿¡porque le hiciste eso!?, ¡ahora vas a pagar por lo que has hecho de la vida!.  En un momento, Israel lloraba mucho, se quedó de rodillas y le rogó a Dios que le ayudara, que lo poco que estaba allí ya no aguantaba lo que estaba pasando. De repente, una luz muy fuerte le confunde, era Jaume. ¡Vente!
    Israel  se prende a las piernas de Jaume, lloraba mucho, le pide perdón por lo que había pasado, aunque no sabía de hecho qué había ocurrido. ¡Cálmate, amigo mío, cálmate y vente! Jaume le quita a Israel de aquel sitio y se transportan a una dimensión muy linda llamada Paradice; tal sitio era lo contrario de lo que era aquel lugar donde Israel estaba antes, ya no oía gritos, las voces ensordecedoras que trinaban a su oído también ya no habían, pero los dolores seguían en su cabeza.
      Amigo mío, me fui de la tierra porque necesitaba ir, no fue tu culpa lo que me pasó a mí, explicó Jaume, y estaba decidido a contárselo todo. Jaume decía: - yo estoy vivo, en espíritu solo, y mis carnes  hacen parte del suelo, de las fibras que componen los árboles, y tú, amigo, también sigues vivo, así como yo, vamos que un poco distinto, pero ya te lo digo o te lo enseño; antes, cógeme la mano, ciérrate los ojos y déjate llevar…
      De repente, ellos vuelan por encima de una playa, como si fueran verdaderos aviones humanos. ¡Ah, amigo, si supierais que la vida aquí no es lo que pintáis, no seríais tan miedosos!, decía Jaume con una cara satisfecha de quien en realidad lo estaba pasando fenomenal, daba carcajadas enseñándole a Israel que la vida era más de lo que pensaban, que sentir el viento, tal como hacían cuando niños iban a ver la puesta del sol, era la mejor que había, y ahora podía hacer lo que siempre quiso: volar desde el mirador. Jaume hablaba con una mescla de libertad y alegría. Israel se quedó maravillado con todo aquello, no volaban, como decía Jaume, la verdad es que volitaban.
      A continuación, Jaume lleva a Israel a cuatro años atrás a fin de mostrarle lo que, en realidad, había pasado. Lo llevó a la escena de la habitación, la escena esta que les rompió el hilo material de la amistad. De repente, Israel echa a llorar mirando su niñez, cómo eran felices y la extrañaba. Israel decía: - Me he convertido en un gilipollas, un capullo, amigo Jaume, dijo Israel; soy un aprendiz de estafador, no respeto a nada ni nadie, añadió. ¡No digas eso, Israel, eres un chico genial algo te embarazó la vida, y esto te lo voy a enseñar. Este momento, uno coge la mano del otro fuertemente y empiezan a ver lo que habían pasado. Jaume estaba a una lado de la cama y Israel al otro, este va a enseñarle a Jaume las armas, las quita del cajón de la mesita de noche, falta luz este momento, y por unos segundos de miedo y descuido necesarios, Israel deja caerse una de la armas encima de la mesita de noche, estaba engatillada y un tiro muy certero le aplasta el pecho a Jaume. Israel llora al verlo todo.
       Vista la escena, Jaume tranquiliza a su amigo, le dice que no quiere verle sufriendo por algo que no tenía la culpa, la verdad es que para este momento, solo podía decir que nadie tenía la culpa, había sido algo que comúnmente es llamado de casualidad, pero allí tenía otro nombre, puesto que casualidades no existen. El hecho de notar que no había sido culpable por lo ocurrido con Jaume y el hecho igual de ver su amigo vivo, le ablandó los sentimientos y le dejó resignado y contento.
        Amigo, ahora tienes que volver, tranquilo que este dolor de cabeza te va a pasar, lo hizo mi hermano Pérez por venganza, disparó un tiro contra ti en el Khalil, pero no te va a pasar nada, tranquilízate, no es tu momento. Apenas Jaume dijo eso, su voz empieza a alejarse de los oídos de Israel, este siente su espíritu ser arrastrado, y antes de despertarse del sueño del coma, con una alegría indescriptible, escucha la voz intensa de Jaume que le dijo: ¡ahora yo te he salvado a ti, amigo!  

Tiago Alves - 2012. 

quinta-feira, 31 de outubro de 2013

É difícil

É difícil descrever certas belezas do mundo. É difícil sentir certos sentimentos ao ver algumas pessoas, é difícil. Você já tentou colocar no papel esses sentimentos? É difícil. Mas quando vemos uma beleza, criação do divino, fica difícil acreditar que não existe céu, que não existe uma força maior que é capaz de criar seres p-e-r-f-e-i-t-o-s
Ao chegar na sala, era aula de química, primeiro dia de aula, segunda-feira, às 7h10min da manhã, tudo convergia para o tédio que eram as aulas do ano passado. Cheguei, meio esbaforida, meio chateada, meio antipática, meio errada, meio de tudo que era ruim. As cadeiras, ali, eram feitas para que uma dupla se sentasse, e eu tive a sorte de sentar vizinho a um anjo, mas minha raiva na hora nem sequer deixou que eu o visse. Maldita cólera.

Nem o olhei. Na hora da chamada, escutei seu sobrenome, que foi o que ecoou, sobrenome forte. Pertencia à família dos Barza-Tabolio, muito conhecida na região. Seu nome era Fernando, mas queria ser chamado de Fer Tabolio. Os anjos sempre têm gostos distintos, têm vontades distintas, têm maneiras de se portar, de olhar distintos. Segui não lhe olhando, estava somente de corpo presente na sala. Maldita cólera!
No dia seguinte, fomos a uma aula no bosque da escola, quando, de repente, vejo aquela pessoa que estava sentada ao meu lado no dia anterior, soube que era ele por causa do nome... nem sei o que senti na hora, mas a imagem que vi é inolvidável.
Olhei-lhe de frente, correndo; anjo lindo, de pele clara, olhos meios claros e meios escuros, brilhantes como uma pérola, rosto quadrático, inconfundível; cabelo baixo, ondulado, castanho. Boca bem desenhada, o que me deixava simplesmente estarrecida, boba, paralisada. Tudo perfeito. 
Em um momento, por causa de sua corrida, sua bolsa caiu; olhei-lhe de costas, quando sua blusa arregaçou-se para cima: corpo afilado, tronco grande, forte, braços de músculos avantajados, de curvas lindas, tênues... tinha asas robustas, indescritíveis; seus pelos do tronco eram super discretos, digno de um divino. Pegou a bolsa no chão, baixou sua blusa, ocultando sua exuberante covinha da barriga, enfermei-me com tudo aquilo.
Ele correu em direção a mim, prontamente me deu 'bom dia', fui ao outro lado da vida, voei; que perfume; respondi: 'bom dia', meio trêmula, era muita beleza para uma criatura só. Ele sorriu: de um riso grande, abocanhador, tinhoso, meio "libido acesa". Riu uma vez, o suficiente para lembrar-me até hoje nas noites antes de dormir, já que sua imagem é a última coisa que me vai antes do sono chegar. Naquele dia, assistimos a aula de botânica, aliás, ele sim, eu não, eu o admirei a aula inteira.
Depois daquele dia, nunca mais o vi, pois aprovara para estudar em um colégio vinculado às forças armadas do país; além de perfeito por fora, era extremamente inteligente, além de ser meigo, tranquilo e risonho no modo de falar, um grau de educação, sapiência e erotismo lhe pertencia como a ninguém mais conheci igual.
E a única coisa de que sentirei falta, apesar de nunca ter tido dele é seu abraço..."anjo que me tenta, e não me guarda"

[Cortesia]
Fortaleza, 31 de outubro de 2013.
Às 12h22min.
By: Jaume Senun




quinta-feira, 26 de setembro de 2013

Duas vezes separados




A um amigo...
Quando criança, brincávamos juntos; rolávamos a cabeça do boneco; o famoso pega-pega, só nos dois. Éramos vizinhos. Dono de uma simpatia juvenil e angélica, meu querido amigo de infância. Fomos separados por primeira vez quando me mudei de bairro. Noite do dia 24 de dezembro de 2001, minha primeira noite sem rolar cabeça de boneco barato, fruto de minha insistência a meu pai, no dia das crianças, boneco esse que dividia com ele; minha primeira noite sem o pega-pega, sem as bilas na ponta da pouca calçada. Crescemos separados fisicamente.
Tempos depois, reencontramo-nos: eu mais moreno e gordo, ele mais alto e loiro. Não obstante, agora, a vida mais uma vez nos separa mais que fisicamente. Na noite de ontem, ele foi embora para ‘sempre’ - deste planeta: a cabeça doida, uma motocicleta e um caminhão nos separam... Agora, as noites de bilas (meu cocão é mais forte que o teu!), de virar cabeça de boneco e de pega-pega são apenas memórias de um passado mágico, indescritível e inolvidável, meu irmão.
Siga, onde quer que você esteja que eu, por aqui, seguirei com nossas memórias de quando criança, tempo em que nossa única preocupação era não ficar soado depois das corridas de bicicletas, a fim de que nossas mães não notassem que havíamos brincando.
Se cuida, onde quer que você esteja!
[Antes que a madrugada termine]
Tiago Alves
Fortaleza, 22 de setembro de 2013.
Às 22h49.






sábado, 1 de junho de 2013

Daqui

Pode ser que não consiga simplesmente nada - e é o provável -, e isso é tão normal em um mundo como Este (te olham com os olhos sorrindo, cospem-te às costas); todavia, o tempo me responde as perguntas indagadas a Deus - chamam-lhe assim aí - lá atrás. A ficha cai. A voz cai. O rosto cai. É... não há jeito para algumas coisas, para algumas penas; há que se passar por algo. É necessário perder sim: perder não é bom, é preciso... perder, chorar, decepcionar-se, desfigurar-se (tudo junto, ou não; não necessariamente nessa ordem, seria demais, não é? Ou não). Sabe o porquê? Porque simplesmente não há heróis vencedores; e o herói, heroína melhor dito, de hoje é femme fatale: resignação!

[Antes que a madrugada termine

Tiago Alves
Fortaleza, 01 de junho de 2013
Às 00h20

quinta-feira, 14 de fevereiro de 2013

No hospital


Um amigo, antes de morrer, meio que balbuciando sílabas incompletas, pediu:
- A...migo, conte-me sobre sua vida. 
- Mas é muito longa, Marcito, não há tempo - Respondeu o amigo soluçando, deitado ao seu lado na maca de colchão fino, ferros gelados, puro éter. 
-Oh, amigo, afague-me o peito neste meu infeliz momento - Disse Márcio, tossindo muito, desfalecido. 
- Márcio, não fale asneiras! Descanse! - Disse o amigo, acariciando a cabeça de Márcio com uns e outros cabelos cacheados, enrolando os capuchos e chorando ao mesmo tempo. 
- Farias, comece pelo melhor da vida, comece pelo amor - Insistiu Márcio quase sem voz. 
-Então, nunca comecei a viver nem ninguém me viveu, apenas sobrevivi - Disse Farias chorando em silêncio, com lágrimas que cristalizavam o rosto juvenil moreno. 
Pi, pi, pi...piiiiipiiiiiiiiiiiiiii...

[Antes que a madrugada termine]

Tiago Alves
Fortaleza, 14 de fevereiro de 2013.
Às 22h16min. 

domingo, 25 de novembro de 2012

O voo

Os sentimentos mudam no peito, assim como os dois de H e o O, aquecidos, ficam. Está tudo perfeito e, assim como um vento forte, que leva simplesmente tudo do chão e do ar, o meu peito fica com um turbilhão de sentimentos contrários à vida - dizia o mesclado Farias, atrapalhador de uma vida.
Farias, ao contrário de seu íntimo, não mostrava, em hipótese alguma, o oco que era por dentro. Para ele, ninguém tinha a culpa de sua nostalgia inexplicável. Porém, o pobre homem não conseguia entender que o seu mal era maior que a razão; sim, maior que a razão, era a falta de Amor verdadeiro. 
Não era amado por ninguém, passava na rua despercebido nessas questões. Era um varão inteligente, graduava-se em Ciências Sociais pela Universidade local, estudava a invisibilidade social. Pena que eu não posso ser objeto e investigador ao mesmo tempo, dizia o grande homem. Joan Farias gostava de uma moça muito linda. Ela trabalhava no mesmo departamento que ele, numa Instituição do Magistrado Bahiano. Melissa era noiva. Ela era, simplesmente, louca por seu futuro marido. Mel, como lhe chamava Farias, tinha ele como o melhor amigo. Quem disse que entre homem e mulher não pode haver amizade? Esse era o discurso dela. No princípio, esse papel de "amigo para todas as horas" era tudo o que Farias precisava, necessitava, e ele até gostava, uma vez que ficava mais próximo dela, segurava sua mão, sentia seu cheiro de perfume feminino; esse posto era bom, mas em pouco tempo, esse sentimento foi cambiando dentro do pobre Farias. Quando Mellisa não falava com ele no emprego, seu dia e noite eram péssimos, simplesmente, nostálgicos. Ele já não entendia o que acontecia com ele, ou seja, não se entendia. Na verdade, entendia sim, mas não queria crer, não queria confundir os sentimentos existente ali na relação dos dois, tinha o grande medo de perder não o emprego, mas a amizade.
Numa segunda de agosto, o telefone de Farias toca às 11:00 p.m, ele já estava na cama, falou com aquela voz de recém-desperto, era Mellissa.  Oi, mel - com voz trêmula, de quem estava há horas falando. Melissa relata que acabara de discutir com seu futuro Marido, Ruben, um homem insensível, que gostava de mulheres que lhe beijassem os dedos, dos pés, queria atenção vinte quatro horas ao dia. Ruben dizia que a vira na rua dando olhadas a outro Homem. Ela dizia que não, que apenas olhava aos lados, gente normal move a cabeça. Ruben, porém, não entendia, aliás, fazia questão de não entender.  
No mesmo momento, Farias voltava a sentir o velho turbilhão de sentimentos... Mel, ele não te ama, não te quer, procura alguém que te respeite de verdade. Eu estou indo à sua casa, nesse momento, desculpa a voz surrada de choro, eu o amo, e estou sofrendo; como pode isso, sofrer por um amor? Eu não quero sofrer, me ajuda, dizia Mellissa. 
O táxi para na porta da humilde casa de Farias, que, apesar do trabalho no magistrado e da graduação, não tinha dinheiro para viver bem, apenas sobrevivia numa casa no subúrbio. Tinha vergonha da vida, das roupas, do corte de cabelo, da carteira, de tudo, tinha vergonha de si, não se amava, não era resignado, apesar de pregar a tal da resignação. 
Mellissa chega em sua casa às 00h30 a.m, havia visto nos e-mails do trabalho o endereço de Farias. Me ajuda, Farias, não quero sofrer. O pobre homem, sem saber o que dizer, dizia brandamente: isso passará, Mel, acalme-se, eu estou aqui para te ajudar. 
Nesse momento, Farias estava totalmente destroçado, acabado, chorava oceanos com os olhos da alma, havia algo que ele não entendia. Não podia dizer que a amava; não, não posso fazer isso. A vida lhe surrava fortemente de maneira invisível. Amava aquela mulher, mas não podia amá-la, no entanto a amava. 
Você é meu melhor amigo, Melissa lhe dizia chorando ao ombro do homem. Eu adoraria dizer isso a você, Melissa, pensava ele. 
A cabeça de Farias estava sem pensamentos bons, não aguentava sofrer mais. Mellissa, em minha triste vida, como todo mundo, tenho sonhos. Meu maior sonho é voar, é ter liberdade, é amar, é ser amado. E acho que apenas com um voo conseguirei isso. Farias conta seu íntimo à pessoa que menos poderia conhecê-lo, e contava isso chorando, porém as lágrimas já não eram internas; o oceano trasbordava de seus olhos, sem soluço, um rosto apaixonado por alguém que nem nos sonhos teria a reciprocidade de tal sentimento por sua pessoa. Isso, simplesmente, metralhava seu coração. 
Farias se saiu em direção a seu quarto enxugando as lágrimas, deixou Mellissa na sala... Entrando no quarto, abriu as persianas da janela de vidro, que era vizinho a sua mesa de estudos, puxou a cadeira de plástico, sentou, arrancou um pedaço de papel, pegou a caneta, que havia guardado para presentear Mellisa com seus nomes com as palavras eterna amizade, e escreveu algumas palavras de uma música que sempre ouvia pensando em sua amada no pepel meio amarelado: 
Sempre te amei sempre. 
Segundos depois, Mellisa ouve estilhaços de vidro vindos do quarto, Farias havia voado à sua liberdade em busca do que sempre sonhou...  

Fortaleza, 25/11/2012. 
Às 21h52

domingo, 8 de julho de 2012

Quem disse que desistir é difícil?


Quem disse que desistir é difícil? Não, não... Desistir é muito fácil. Sinto-me um criminoso com razão, que não sabe sua situação, não sabe seu roubo, seu delito, seu crime, seu latrocínio, seu destino.  A quem roubei os sonhos? A quem fiz chorar? A alguém fiz isso tudo, pois na vida, segundo a lei de causa e efeito, minha prisão não pode ter sido por nada, ninguém é preso injustamente nesta cela, ninguém. Essa clausura me sufoca, quita-me as ganas de tentar, de enfrentar, de encarar os fatos e ser encarado. Junto a estes moribundos que se dizem meus irmãos, rio alto, muito alto, meus irmãos, ora veja, meus irmãos, enchem o peito com o possessivo.  Não são meus irmãos porcaria nenhuma, perdão por a palavra chula, mas porcaria me define aqui, aliás porcaria é palavra muito limpa para mim; o pior vocábulo que encontres, caro leitor de apontamentos, é a palavra que quiçá me defina.  A mente, se é que isso pode ser chamada de mente, está mais suja, confusa, detestável e largada aos ventos do umbral terreno que lama na boca de errante. Já não consigo pensar em nada de bom. Mas como eu pensaria em algo de bom se nunca me passou algo benéfico? Mas eu juro, nunca matei, pelo menos nos atos, nunca roubei, pelo menos nos atos, nunca destruir sonhos de ninguém, nem nos atos. Em cambio, ceifaram-me, roubaram-me as esperanças, a inocência, assassinaram sem piedade meus sonhos simples... ah... eu sonhava bastante. Quando eu for grande quero ser médico, quero salvar vidas. Era meu grande sonho. Hoje, se pudesse, matar-me-ia para não mais sofrer. Ignorante pensamento, como se isso fosse resolver meus problemas mentais, ai que cabeça essa minha, rio de minha própria ingenuidade. Os que se diziam meus irmãos, esses se foram, pergunto-me sempre o porquê, na verdade não sei, não faço ideia o tal porquê, mas por que haveria eu de sabê-lo,se isso já não importa mais simplesmente nada, uma vez que o sentimento de cadáver já se instalou em mim? Uma mistura de choro e raiva sempre viveu em minhas entranhas emocionais, e o que me deixa como se houvesse tomado um copo de cólera, é o fato de não saber o maldito porquê. Roubaram-me os sonhos, mas quem diabos fez isso? Juro que não o avançarei à garganta, só queria perguntar-lhe apenas uma coisa: Por quê? Independente da resposta, desistir é fácil, ficou fácil, muito fácil, foi fácil. 

Fortaleza, 07 de julho de 2012
Às 23h48